Página Principal

lunes, 4 de abril de 2016

La crisis de la sociedad moderna y la necesidad de una madre educadora


I. Introducción
 
La sociedad actual es una sociedad que marcha hacia una planificación universal, hacia un proselitismo mundial en una mezcla de confusión de todas las ideas, de todas las religiones, una sociedad mundial sin fronteras, sin Iglesia y pueblo, sin jerarquía, sin otros valores que los inferiores del sexo y el dinero -v. Alfredo Sáenz, El hombre moderno, descripción fenomenológica, Ediciones Gladius, Buenos Aires,1999, Pág. 211-.
 
Y así, nos encontramos en la sociedad moderna, una sociedad que se construye a partir de un nuevo estereotipo de hombre y que se caracteriza por:
 
Nihilismo: Hay una ausencia de valores, proyectos, ideales. Hay una pérdida importante del sentido de la vida.
Hedonismo: el culto al placer, al confort y al bienestar, la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes. Lo importante es pasarla bien a costa de lo que sea, matando los ideales y vaciando el sentido de la realidad.
Materialismo: cierto reconocimiento social por ganar mucho dinero. Es más importante el tener que el ser: vivimos en una sociedad de consumo. La sociedad nos crea necesidades artificiales. La propaganda ejerce una fuerte influencia sobre nosotros. Se discrimina a quien no se encuentra dentro del marco estético requerido o impuesto por esta sociedad de consumo. El consumismo genera una formula postmoderna de libertad.
Permisismo moral: Permisividad significa que uno ya no tiene prohibiciones, ni territorios vedados, ni impedimentos que lo frenen, salvo las coordenadas externas de las leyes cívicas. La permisividad da como consecuencia el nihilismo, ya que el hombre light está vacío, no es capaz de decidir que es exactamente lo que quiere. A su vez se relaciona con el subjetivismo en donde el hombre light busca su beneficio inmediato, con esto llega a la conclusión de que la verdad es lo útil, lo práctico por lo tanto nada es absoluto ni definitivo, todo es relativo, (relativismo). Con estas ideas llegamos de nuevo al subjetivismo, todo es relativo, dependiendo del objetivo y todo está bien dependiendo del ojo con el que se mire. La ética permisiva sustituye a la moral y todo esta permitido.
Relativismo: cae en la absolutización de lo relativo y esto nos conduce al subjetivismo, al predominio del yo. A su vez provoca una crisis de la verdad, donde no existe la misma y todo es opinable y todas las opiniones tienen el mismo valor. Hay una pérdida de confianza en la posibilidad de conocer la verdad. El relativismo desemboca en el escepticismo, para el relativismo, la verdad es algo cambiante, según el escepticismo la verdad es algo inalcanzable para el hombre. Esto junto al nihilismo da lugar a un hombre pesimista, que piensa que lo que diga la mayoría es la verdad.
Y comienzan a surgir entonces en la sociedad, las "nuevas enfermedades", que se admiten en un primer momento con sorpresa y luego como algo inevitable. Por ejemplo, la ruptura de las relaciones interpersonales, nos disgusta la relación con el otro; la ruptura de las relaciones personales, nos molesta nuestra propia persona; la ruptura de la relación con Dios, ya no, un agnosticismo sino un ateismo práctico o la creencia en cosas intrascendentes (supersticiones), el drama de las drogas, la marginación de tantos jóvenes, el paro laboral y la ruptura de la relación con la naturaleza: Ya la naturaleza nos parece ajena y comenzamos a buscar nuestros propios beneficios. Y como diría Lipovetski, estamos en “la era del vacío”.
En este contexto social donde todo es ligero, suave, descafeinado, liviano, aéreo, débil, y todo tiene un bajo contenido “calórico", donde todo esta carece de interés y la esencia de las cosas ya no importa, sólo lo superficial es cálido, surge un nuevo paradigma de Mujer, La mujer moderna. Una Mujer light, descafeinada, cuyo lema es tomarlo todo sin calorías; en ultima instancia, una mujer sin sustancia, sin contenido, entregada al dinero, al poder, al éxito, al gozo ilimitado y sin restricciones.
Una mujer que se unió solamente al marido para gozar. Su vida se desarrolla viajando, practicando deportes, desarrollando una carrera, en la peluquería, etc y todo esto la tienen tan atareada; que ya no tiene tiempo de atender a su hogar, olvidándose de la educación de sus hijos tanto en materia doctrinaria como espiritual.
Si bien no negamos los grandes avances conseguidos en los últimos años: avances científicos, la tecnificación, la revolución informática, de las comunicaciones, los derechos humanos, la democracia, la preocupación por la justicia social, altos niveles de confort y bienestar, igualdad de oportunidades, cultura más accesible, conciencia ecológica pero sí, lo que se critica, es que todos estos avances se produjeron en desmedro de la sociedad moderna y en especial del hombre. (Materialismo, consumismo, hedonismo y permisividad, evolución sin finalidad).
Por lo tanto esta crisis actual tiene como consecuencia inmediata el surgimiento de un nuevo tipo de madre, la madre moderna, y en donde se hace necesario una pronta e impostergable solución: El resurgimiento de la madre educadora.
Este trabajo entonces, tendrá como objetivo determinar si es necesario un resurgimiento de la madre educadora o no y cuales son sus características principales.
 
II. ¿Es necesaria la Madre Educadora?
 
Hoy, más que en otras épocas de la historia, ser “madre moderna” debería significar ser “madre educadora” y no una “Madre light”, es decir una madre que sepa preparar a sus hijos para la vida presente con la sólida formación de sus inteligencias y de sus corazones. Una madre que conoce la época con sus peligros y ventajas, que posee la amplia y certera realidad actual, que dotada de la cultura que es necesaria para los tiempos que corren, sepa afrontar su misión y sus ineludibles deberes, con toda la valentía de la que es capaz. Por eso, podríamos afirmar que la Madre
educadora es una meta muy difícil de lograr pero no imposible. Es una lucha gigantesca, agotadora. Pero nada grande se obtiene aquí abajo sin sacrificio.
Desde el primer día de su maternidad, comienza esta lucha continua, surgen obstáculos por evitar, defectos y vicios por arrancar, instintos desordenador que guiar. Ya la madre se podría decir que no se pertenece porque el nuevo ser reclama de ahora en adelante, todo lo mejor de su libertad, de su tiempo y de su descanso. Pero todo esto no es nada comparado con el amor activo y generoso (gratuito y sin exigir nada a cambio) requerido, con la gran cantidad de tiempo que la madre tendría que “sacrificar” para lograr la formación intelectual y moral de sus hijos.
En otros tiempos, cuando la ciudad era católica -v. Quas Primas de 1928 del Papa Pío XI-, como por ejemplo la Edad media durante el siglo XIII, no era tan necesaria como ahora la Madre que se distinga por su vocación de Educadora, aunque en aquel momento era algo muy común, ya que el ambiente, la cultura de la época, la disciplina hogareña, la concepción de la vida, la escuela, todo cooperaba a la formación de la juventud; en cambio, hoy parece que todo, se conjura para aniquilar a la juventud, para hacerla perecer y condenarse. Por eso hoy es necesario que la madre sepa defenderse de los peligros del mundo y pueda defender a sus hijos, educándolos adecuadamente.
 
III. Dificultad de esta misión de ser educadora
 
La madre experimentará inquietudes, y, en ciertas horas, descorazonamientos, y verterá lágrimas abundantes al comprender que el trabajo ya hecho es todavía nada, en comparación del que resta por hacer.
Y además cuando comienza a mirar a su alrededor, y ver que muchas mujeres han abandonado su misión de educar a sus hijos, que aflojan, porque piensan que tienen una carga muy pesada sobre sus hombros, que están solas sin ayuda, ni guía, vacilantes, desarmadas, vencidas antes de luchar, siendo sus hijos conducidos por el mundo, por los placeres, el dinero, las malas compañías, entonces experimentará un temor saludable,  de perder todo lo que hasta ahora ha logrado y le dará fuerzas para continuar. La madre, entonces al apreciar los peligros que amenazan al ser querido, viendo en torno de él tantos enemigos que le rodean, siente crecer en ella misma una energía de resistencia y reacción para evitar que su hijo se pierda.
Por lo tanto podemos decir que la misión de ser educadora es una tarea ardua, difícil, de lucha constante y más aún en los tiempos que corren, donde una persona para ser santa tiene que realizar virtudes heroicas pero es una misión muy gratificante al ver que nuestra hija muy amada se va convirtiendo de apoco, para ser madre. Y esta misión también es muy difícil de lograr básicamente por:
    Falta de preparación de las futuras madres: Hoy, sobre todo debido a la educación errada que se va dando a la juventud femenina, hace que en un futuro lleguen a formar un hogar con una incapacidad muy grande para la vida de hogar, para su función de madre, para su misión educadora. Y esto se ve muy influenciado por los paradigmas modernos socio-culturales que hacen que las jóvenes pierdan de vista su verdadera finalidad, es decir, que les hace olvidar que algún día van a ser madres y deberán educar a sus hijos, imponiéndoles como valores fundamentales la Juventud, como si siempre van a permanecer siendo jóvenes: el encanto de ser joven, el arte de ser joven, la misión de la joven, etc. Pero como la naturaleza no hace caso a semejante ficción, la joven se convierte en mujer pero en una mujer incompleta, improvisada porque nunca se preocupó por prepararse para ser madre sino para permanecer siendo joven. Por eso es muy necesario que las mujeres de hoy en día comiencen a formar a sus hijas para esta misión de ser madre, todo lo demás debería ser secundario y, siempre ordenado a esa ineludible y sagrada misión de ser madre.
 
 
Falta de cultura: Junto con esta inconciencia en la preparación de las futuras madres, existe también la falta de cultura necesaria en la madre, para formar a su hijo, aun en aquellas mujeres que se han consagrado en los estudios superiores. Es cierto que existen los maestros pero es muy distinto lo que una madre puede enseñar a su hijo, que queda como grabado a fuego en el corazón de su hijo y lo que puede enseñar el maestro.
Por eso podemos agregar entonces que la misión de ser educadora se ve perjudicada no solo por la existencia de madres improvisadas sino de madres incapaces para formar a sus hijos.

    Falta de orientación pedagógica: Salvo en rarísimas ocasiones, la falta de orientación pedagógica de sus hijos, es otra nota de las Madre modernas. Son escasas las madres que poseen un conocimiento psicológico de los niños, una orientación pedagógica definida; las que practican un método de formación; las que saben positivamente qué es lo que hacen con sus hijos, y cómo sesolucionan los problemas que ellos presentan en las diversas edades; y que sepan prevenir con inteligencia las situaciones en que irremisiblemente se encontrarán sus hijos.
    Falta de preocupación por sus hijos: Hay madres despreocupadas que nada hacen por sus hijos, se dedican a perfeccionarse profesionalmente olvidándose de la educación de sus hijos. Son madres egoístas que no quieren dar lo que tienen y dicen: “ que se haga como hice yo”. Esto es una falta clara de amor maternal, madres que tienen un temor infundado de orientar positivamente a sus hijas y de hacer que se preparen perfectamente a la obra para la cual Dios las creó.
 
IV. La función de educar le corresponde a la madre.
 
No insistimos solamente en la necesidad de la educación maternal por ser la madre quien convive más con el hijo, ni tampoco porque es, sencillamente, la madre. Sino que insistimos porque la madre, por ser tal, ha recibido de la naturaleza un conjunto de dones que no se encuentran en otro ser, y que son los que la habilitan para desarrollar una tarea educativa en sus hijos.
Por eso, el primer deber de una madre, es tomar conciencia de estos dones recibidos de Dios y cultivarlos para que cada uno pueda ser instrumento perfecto de su obra. En esta tarea recae el éxito o fracaso de la madre educadora. Quien descubre sus dones y su misión, y se ha preparado por medio de un perfeccionamiento personal, seguramente triunfará; pero quien ha vivido en la inconciencia, en la irreflexión, en la superficialidad, dominada por la frivolidad, será una madre improvisada que malgastará el destino de sus hijos.
Pero para tener éxito no basta solo con reconocer y cultivar los dones gratuitos sino que es necesario: dar un buen ejemplo, buscar la bondad y una religiosidad viva.
1. Dar buen ejemplo: Toda la ciencia y todos los dones que pudieran ponerse al servicio de una sana pedagogía tienen un gran posibilidad de fracasar, si los hijos no ven un ejemplo luminoso y perfecto. Más eficacia tiene en la psicología humana lo que entra por los ojos que lo que entra por los oídos. Debe ser la conducta de los padres un ejemplo para sus hijos, ya que nada se resiste a la fuerza de un buen ejemplo.
Además es imposible obtener buena educación si los hijos ven en sus padres imperfecciones o defectos que a ellos les exigen con firmeza.
2. Buscar la Bondad: Es necesario, por otra parte, que la mira en la educación se coloque en la bondad. Lo que quiere decir es que la imitación de Dios debe constituir nuestra primera ocupación, ya que, Dios es la bondad infinita.  Y ejercitarnos en la bondad constituye para nosotros la condición de nuestra felicidad. Somos felices y contribuimos a la felicidad ajena en la medida de nuestra bondad.
Ser bueno significa respetarse a sí mismo, respetar al prójimo y respetar a Dios.
Entonces llegar a crear la bondad de carácter, es decir que sus hijos sean verdaderamente buenos, debe ser la mayor gloria ambicionada por una madre y por lo tanto no deben rechazarse los esfuerzos requeridos, a fin de que no suceda, que lo vemos como algo bueno, pero no lo edificamos con los propios sacrificios. Es decir queremos el fin pero no ponemos los medios. Nada se ha conseguido mientras no se haya llegado a que los hijos sean verdaderamente buenos.
Como cristianos, debemos realizar en nosotros la imagen de Cristo. Debemos ser “el buen olor de Cristo” y no podremos serlo de otro modo sino reproducimos en nuestra vida aquella bondad que nos hace semejantes a Dios.
3. Una religiosidad viva: A la preocupación por el buen ejemplo positivo, (no solamente en sentido negativo; es decir la inquietud por que los hijos no vean nada malo, sin preocuparse de dar todo lo bueno) y al afán de formar a los hijos en la bondad, debe agregarse la religiosidad viva, fuente de la cual deben surgir las dos condiciones anteriores.
Una religiosidad viva, conciente, ilustrada, triunfalmente vivida e irradiada, es lo que necesita la madre para hacer que la gracia de Dios encuentre en sus hijos, almas preparadas y el ambiente adecuado, para que germine en ellas las virtudes y además pueda dar un buen ejemplo y alcanzar la bondad.
 
V. Conclusión: La necesidad de Madres Educadoras
 
En resumen podríamos afirmar entonces, la necesidad de las madres educadoras, personas debidamente formadas con vocación de madres, de gran cultura para hacer de sus hijas, mujeres perfectas y con el anhelo de brindarle toda su ciencia y experiencia para que se preparen a la augusta misión de la maternidad.
 
Por lo tanto en este contexto sociocultural de la mujer moderna, donde la sociedad se caracteriza por el Nihilismo, hedonismo, materialismo, permisismo moral, y el relativismo es necesario la existencia de madres educadoras, heroicas, forjadoras de hogares, que estén dispuestas a entregar a la sociedad seres que tengan una personalidad definida, y firmemente orientada al bien. Una madre que este dispuesta a sacrificar su formación profesional e incluso su propio interés en favor de la formación de su hijo.
Y su misión de ser madre educadora tendrá su fin recién, cuando la madre llegue a obtener que sus hijos respondan a su ideal cristiano, es decir, si es capaz de hacer de ellos cristianos nutridos de la doctrina del Evangelio, único código social que preserva de los desfallecimientos; si es capaz de hacerlos hombres de buena voluntad, en quienes la ley de Dios sea la fuente de inspiración y la regla de conducta, entonces, al acordarse de los sacrificios, realizados, de las lagrimas vertidas, de los días penosos, pero también de las alegrías incomparables que le ha proporcionado su victoria, podrá mirar tranquila su ancianidad y dedicarse a su propio desarrollo personal.


Mag. Leandro Bressi
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario